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martes, 24 de enero de 2012

¿Qué hay tras cada taza de café?

En los últimos años mucha gente habla del Comercio Justo pero... ¿sabes realmente qué implica consumir o no estos productos? ¿Sabes de dónde viene el café que te has tomado hoy y en qué condiciones se ha cultivado? Permítenos unos minutos de atención y reflexión para explicarte la injusticia social y el desprecio por el medio ambiente que se esconden detrás de las “marcas de confianza” en el sector del café.

Este producto denominado el “oro verde” es, después del petróleo, el producto que genera un mayor volumen de negocio en todo el mundo. Se estima que anualmente se consumen unos 600.000 millones de tazas de café. En 2010, su comercialización generó 16.500 millones de dólares en ingresos a los países exportadores, según la ONG Setem. Los principales países productores son Brasil, Vietnam, Colombia, Indonesia y Etiopía. Mientras que los principales compradores son la Unión Europea (especialmente Alemania, Italia, Francia, Bélgica y España), Estados Unidos y Japón.

Alrededor del 70 al 80% de la producción mundial de café es suministrada por pequeños campesinos, que dependen en gran medida de intermediarios y del mercado. El precio del café se fija en las Bolsas de Nueva York, Londres y otras europeas, y está sujeto a una gran volatilidad. Desde los 90, los precios han caído un 70%, si bien en los últimos 5 años se han recuperado, especialmente en el caso del café arábigo (datos de la Organización Internacional del Café).

Cinco empresas multinacionales (Kraft Suchard, Nestlé, Sara Lee, Procter & Gamble y Tchibo, siendo las tres primeras las principales distribuidoras en España) compran casi la mitad de los granos de café que se consumen en el mundo y generan beneficios de billones de dólares, pero estas ganancias no llegan al otro extremo de la cadena. Las grandes transnacionales y sus intermediarios pagan a los pequeños productores unos precios que, en muchos casos, están por debajo del coste de producción. La paradoja es que los pequeños productores de café tienen dificultades para cubrir sus necesidades básicas, mientras los consumidores cada día pagan más por una taza de café.

Ante esta situación, los pequeños productores de café están en proceso de construcción de estructuras organizativas, productivas y comerciales capaces de influir positivamente en las condiciones de vida de sus comunidades y hacerse un espacio en las redes internacionales de distribución de café gracias a las iniciativas de Comercio Justo.


Pero, ¿cómo se ha llegado a esta situación? ¿Hay alternativas?

Desde la descolonización, con la que quedaron más manifiestas las fuertes dependencias económicas y comerciales del Sur empobrecido hacia el Norte rico, el café se ha convertido en la principal fuente de riqueza de muchos países productores, asociado muchas veces a un sistema de explotación similar al de la época colonial basado en grandes plantaciones propiedad de unos pocos terratenientes.

En los años ochenta aparece la problemática de la deuda externa: los países del Sur no tienen dinero para pagar los créditos solicitados, de modo que los bancos y el Fondo Monetario Internacional imponen la aplicación de planes de ajuste económico para generar divisas y poder devolver los créditos. Una de las “propuestas” fue la dedicación de las tierras fértiles al cultivo de productos para la exportación, como el caso del café, lo que ha propiciado la pérdida de la soberanía alimentaria en países que, en su mayoría, eran autosuficientes hasta finales de los 70. Otra fue la aceptación de la inversión directa de las multinacionales a condición de seguir recibiendo ayudas, generando así una fuerte dependencia económica hacia las multinacionales y gobiernos extranjeros que conllevan el desvío de los ingresos para la devolución de la deuda (imposibilitando invertir en mejoras sociales). Medidas impuestas desde fuera que se han traducido en hambre y pobreza.

En el año 1989, los desacuerdos en el seno de la Organización Internacional del Café (OIC) acabaron con el sistema de cuotas anuales que, desde la década de los 60, regulaba la oferta de café y daba cierta estabilidad a los precios mundiales. Con la rotura de este mecanismo de control se inició una etapa donde el aumento de la producción mundial de café, el poco control en la calidad del café de exportación y el estancamiento en el consumo, entre otros factores, propició una espectacular caída de los precios del café que llevó a una gran crisis en el sector.

Otra de las amenazas en el mercado del café es la introducción de la variedad robusta (procedente de Asia y África) en países americanos tradicionalmente productores de café arábigo. Los cafés robusta son más resistentes a cambios ambientales y más precoces a la hora de dar la primera cosecha. Suponen menores costes de producción, motivo por el cual han sido impuestos por las grandes marcas en diversos países, ejemplo de la Nestlé en Nicaragua. Estos cafés, al poder ser cultivados al sol, favorecen los monocultivos de café a cielo abierto donde antes había selva, acidifican los suelos y los contaminan por el uso de pesticidas. La calidad también es menor, contienen más cafeína y acidez. La estrategia de estas multinacionales es pagar menos al productor, puesto que los costes disminuyen con el robusta, pero cobrar lo mismo o más al consumidor al venderlo como café mezcla. Una gran jugada que está llevando a la ruina a miles de caficultores, además de poner en riesgo la imagen de calidad que poseían los cafés americanos.

Para hacer frente a las crecientes injusticias sociales derivadas del comercio del café, en los años ochenta y de la mano de organizaciones de pequeños productores de café de Oaxaca (México), surge la propuesta creación de un sello de Comercio Justo que garantice un precio digno por las cosechas para éstos productores. Actualmente hay más de 500.000 caficultores de 22 países de África, Asia y América Latina agrupados en organizaciones que comercializan parte de su producción bajo los criterios de Comercio Justo. Buena parte de estos pequeños productores también trabajan en red organizados en asociaciones de Comercio Justo.

Pero, ¿qué es exactamente el Comercio Justo? ¿Qué garantiza?

El precio de Comercio Justo está compuesto de un Precio Mínimo y una Prima de Inversión Social que se invierte en construcción de escuelas, hospitales locales, la creación de pequeños fondos de microcrédito, becas, inversiones para la mejora de la productividad etc. El Comercio Justo establece un precio fijo a los grupos productores, independientemente del fijado en el mercado internacional, de manera que les permita cubrir los costes básicos y asegure unos salarios dignos.

Un reciente estudio de Intermón Oxfam centrado en Uganda señala que en la cadena de Comercio Justo, los productores y productoras de café de dicho país reciben un 12% del precio final de cada paquete de 250 g, mientras que en el caso del comercio convencional reciben sólo el 5%. Más concretamente, en junio de 2010, el dinero que un campesino recibió por 1 kg de café kiboko fue de 500 shillings en el caso del café convencional, y de 1.300 shillings más las campañas de educación y construcción de hospitales, etc. en el caso del Comercio Justo; habiendo sólo una diferencia de 19 céntimos en el precio final que pagó el consumidor por un paquete de 250 g.

Además, en los procesos de producción de Comercio Justo se garantiza que no ha habido explotación infantil, que se ha respetado la igualdad entre trabajadores y trabajadoras, y asegura el uso de técnicas y materiales que protejan el medio ambiente.

Con el dinero derivado de la prima de inversión social, las ONG están llevando a cabo diferentes iniciativas en los países productores. Por ejemplo, en el caso de Intermón Oxfam en Nicaragua, la iniciativa café Tierra Madre quiere impulsar la igualdad entre los hombres y las mujeres, de manera que el dinero del café ayuda a costear los cambios de registro de las fincas para que estén a nombre de las productoras y también sirve para realizar actividades de sensibilización para hombres y mujeres sobre derechos de las mujeres.


Pero, ¿qué tiene que ver conmigo como consumidor? ¿Qué puedo hacer para cambiar todo esto?

Ahora que has leído sobre el tema, ya no tienes excusa. Como consumidores tenemos la capacidad de cambiar el funcionamiento del mercado, en cada compra diaria estamos ejerciendo nuestro derecho a voto, una importante elección que no debe infravalorarse. Puede que para ti, hasta ahora, la diferencia entre consumir productos de Comercio Justo y productos normales estuviera solo en el precio, pero ahora ya lo sabes, está en la dignidad. En tu dignidad como consumidor, que no se deja engañar por marcas y elige un producto de calidad. En la dignidad del productor al que se lo compras, que recibe un salario con el que puede alimentar a su familia y educar a sus hijos. En la dignidad de nuestro planeta, cuyo medio ambiente ha sido respetado al fabricarse ese producto.

La certificación más difundida en España que garantiza que el café ha sido producido y comercializado de forma justa es el sello FAIRTRADE (FLO), que se centra en el bienestar del pequeño productor. Búscalo en los productos que compres, no solo el café.

Cada día más supermercados incluyen en sus estanterías productos con este sello, productos con dignidad. Pero en tu ciudad hay también tiendas especializadas en este comercio: Intermón Oxfam, Suralia, La Pachamama, Medicus Mundi Aragón, Setem Aragón, Alternativa 3, Equimercado, La Pantera Rossa, y muchos más.

Pregunta en el bar donde hayas quedado a tomar café si lo tienen de Comercio Justo. Aprende a rechazarlo y pedir otra cosa cuando no sea así, de manera que vayamos forzando un cambio en nuestras ciudades hacia la inclusión en nuestro día a día de estos productos.

Porque solo entre todos podemos cambiar el mundo, súmate a nosotros.

Lau.

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